El ayapaneco, una de las 364 variantes lingüísticas que existen en México, está condenado a muerte debido a que en el mundo quedan únicamente dos hablantes ancianos que, por enemistades, llevan ya varios años sin comunicarse entre ellos.
Manuel Segovia, de 75 años, e Isidro Velázquez, de 69, son el único testimonio vivo de esta lengua indígena que tiene sus orígenes en el municipio de Jalapa de Méndez, en el sureño estado mexicano de Tabasco.
Ambos viven en la pequeña comunidad de Ayapan y, aunque sus casas están separadas tan sólo por 500 metros, no mantienen relación alguna desde hace años por un desencuentro del que se desconoce el origen.
Esto es debido a que, para contrarrestar la desaparición de las lenguas, tanto especialistas del INALI como los mismos pueblos indígenas promueven la enseñanza de la lengua, su documentación o la concienciación de la población sobre su derecho a preservarla.
Entre ellas, Embriz destacó que en las escuelas ya se utilizan libros traducidos a lenguas indígenas, que la Constitución mexicana ha sido escrita en al menos 13 variantes lingüísticas y que son los mismos pueblos los que "alzan la voz" para exigir sus derechos.
"Sin embargo, la desaparición de algunas lenguas será irreversible en la medida de que su valor no alcance al imaginario colectivo", agregó el arqueólogo.
Actualmente se llevan a cabo en México esfuerzos comunitarios encaminados al reconocimiento del patrimonio cultural intangible de la nación y al cambio de actitud en la población nacional con respecto a sus orígenes, lenguas, hablantes y prácticas socioculturales.
También hay una propuesta para una completa catalogación académica de la diversidad lingüística y campañas de sensibilización de la población para la conservación de las lenguas indígenas.
(EFE)
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