"Ser por los libros, para los libros, a través de ellos. Perdonar a la existencia su básico trastorno, puesto que en ella hay libros. No concebir la rebeldía política ni la perversión erótica sin su correspondiente bibliografía. Temblar entre líneas, dar rienda suelta a los fantasmas capítulo tras capítulo. Emprender largos viajes para encontrar lugares que ya hemos visitado subidos en el bajel de las novelas: desdeñar los rincones sin literatura, desconfiar de las plazas o las formas de vida que aún no han merecido un poema. Salir de la angustia leyendo; volver a ella por la misma puerta. No acatar emociones analfabetas. En cosas así consiste la perdición de la lectura. Quien la probó, lo sabe".
La obra se titula La isla de Bowen y habrá que leerla, porque todo lo de este hombre suele gustar y mucho. Os recuerdo otros títulos suyos también muy recomendables: La catedral. El último trabajo del señor Luna. Las lágrimas de Shiva. La fraternidad de Eihwaz. La cruz de El Dorado. La caligrafía secreta. La estrategia del parásito. La mansión Dax.
Mi cuerpo ya no es apetecible para ninguna mujer que conozco (ni siquiera para mi esposa).
En la calle es mucho peor: ni desnudo sobresaldría un centímetro del gris de las aceras.
He de acostumbrarme de una vez a formar parte del mobiliario urbano sin esperanza a que alguna adolescente pinte con spray un te amo en la pared de mi pecho. (Jorge M Molinero)
Dormimos espalda contra espalda respetando cada uno la tierra de los sueños del otro. Al despertar nos citamos en el puesto fronterizo. Allí aprendemos entre brumas que dos exiliados hacen un país. (Ana Pérez Cañamares)